Sabemos que todas esas situaciones sólo pueden encararse de manera organizada y que esa posibilidad pone a temblar a la patronal. Esto quedó demostrado cuando, mientras informábamos a los compañeros acerca de las formas de organizarse, un sujeto alto y robusto se acercó descaradamente a fotografiarnos. Al ser cuestionado, el sujeto se retiró corriendo hacia la entrada de la fábrica. Al parecer, el nombre del sujeto es José Antonio Rodríguez Camacho, presunto dueño de la empresa.
A pesar del hostigamiento constante por parte del personal de gerencia y por los llamados empleados de confianza, la información fue de mano en mano. Volantes y periódicos trataban de evidenciar que, aunque la empresa dé por hecho que la decisión de cambiar de lugar el centro de trabajo sin considerar a los obreros iba a pasar desapercibida, los problemas concretos que genera a los trabajadores este cambio, no pasan ni pasarán desapercibidos para ellos.
Es hora de trazar un referente distinto a todas las experiencias anteriores en relación a los cambios de centros de trabajo. Sólo de manera organizada y decidida se podrá responsabilizar a la patronal de las consecuencias de este cambio, y también dar pasos organizativos por cambiar las demás injusticias que se viven dentro de la fábrica. El transporte efectivo, el servicio de comedor, el pago justo de horas extra, el proporcionar los instrumentos adecuados para realizar la labor, la mejora de las condiciones de trabajo, entre otras cosas, son un derecho de todos los obreros. Pero hay que tener claro que nuestros derechos nunca han sido una dádiva de la patronal; hay que tener claro que, los derechos de los obreros, sólo existen si luchamos por obtenerlos.