En ese artículo, el Che recuerda las proezas realizadas por ambas mujeres y algunas impresiones de otros combatientes acerca de ellas: “tiene más … que Maceo”, dijo alguien, alguna vez, acerca de Lidia. Ambas combatientes se habían desempeñado como correos clandestinos, aunque también desempeñaron otras tareas en la guerrilla, cumpliendo a cabalidad todos los trabajos encomendados.
Traer a la memoria a estas mujeres, más que un homenaje para ellas, es un recordatorio de todos aquellos que valerosamente hicieron posibles las comunicaciones “cruzando una y otra vez las líneas enemigas”.
Y aunque de Lidia y Clodomira sólo nos quedan los nombres y las hazañas, nos queda todavía lo más importante e imperecedero: el esfuerzo, la valentía, el coraje, el ejemplo. Tal como lo decía Guevara en Pasajes de la Guerra Revolucionaria: “De muchos esfuerzos sinceros de hombres simples está hecho el edificio revolucionario”. De Lidia y Clodomira, como de otros miles de combatientes de los que no nos queda el nombre, se conserva aún el esfuerzo ejemplar que cimentó el edificio revolucionario que aún está en construcción, y para quienes el monumento y el homenaje más grande que podemos ofrecer es hacer la Revolución.